Analistas creen que fue una venganza contra los hinchas del Al Ahly, por empujar caída de Mubarak.
Miles salieron ayer a las calles de El Cairo a protestar contra la inacción de la Policía en los disturbios en Port Said, que terminaron con la vida de 77 personas. Anoche Iban 400 heridos.
El estadio de la ciudad de Port Said, a unos 200 kilómetros de El Cairo, aún padecía los estragos de la tempestad que el miércoles transfiguró el final de un partido de fútbol en una masacre.
Mientras, en El Cairo, miles de personas salieron a las calles a protestar por lo que llamaron la «inacción» de la Policía, que hizo poco para evitar que en el estadio fueran asesinadas 77 personas en choques entre los hinchas. El saldo de heridos pasaba de los 400.
Este viernes los enfrentamientos entre la Policía y los manifestantes se reanudaron, y dejan al menos 1.500 heridos en los disturbios.
Sobre su césped, jirones de ropa, zapatos sueltos, algodones ensangrentados y asientos arrancados de las gradas reconstruían el relato de los minutos en los que una turba arrastró a la historia del fútbol egipcio hacia su noche más trágica.
El escenario del drama fue el campo del equipo local Al Masri, fundado en 1920. «Los ‘ultras’ (hinchas radicales) llevaban preparando el partido desde hacia una semana contra el Al Ahly, de El Cairo, el más laureado del país y de África. Habían logrado aumentar la tensión a través de Facebook», explicó Mohamed Yunus, el presidente del estadio.
Durante las horas previas al encuentro, Twitter propagó en 140 caracteres la crónica de un desastre anunciado. «Si vienes al partido, escribe antes tu testamento», advirtieron entonces aficionados del Al Masri. Y el aviso se cumplió ante la falta de agentes de la Policía y militares. «Los agentes se limitaron a mirar. Tenían miedo», relató Yunus.
Los veinte minutos de violencia que sucedieron a la victoria 3-1 del Al Masri solo cesaron con los tiros al aire de las fuerzas de seguridad.
Para entonces el asalto había degenerado en una matanza. «Todos murieron por asfixia o hemorragia interna. No existen rastros de cuchillos ni balas», aseguró Hasan el Esnawy, director del hospital que recibió la mayoría de los cadáveres y heridos.
«Port Said es inocente (…) No somos un pueblo de asesinos», afirmó Sayed ayer junto a un centenar de personas, frente al estadio. Él opina que fue un acto premeditado: «La Policía y los matones de Mubarak están detrás de los incidentes», agregó.
A su lado, Mohamed Zakaria recuerda lo que vio. «En las puertas los agentes no examinaron a quienes entraron al campo», precisó el joven taxista que trasladó los cadáveres y socorrió a quienes fueron arrojados desde las gradas.
Los aficionados más radicales del Al Ahly y su rival capitalino, el Zamalek,formaron hace un año la avanzadilla que derrocó al dictador Mubarak.
«El fútbol jugó un papel clave en el final de Mubarak. Los ‘ultras’ fueron los únicos en (la plaza) Tahrir que tenían una organización física y cierta experiencia en la lucha callejera», señala el analista James M. Dorsey, autor de un blog sobre el afición por el balón en Oriente Próximo.
* Texto por FRANCISCO CARRIÓN, Corresponsal de «EL COMERCIO» (PERÚ), 02 de Febrero del 2012